Papa ofrece mensaje de esperanza en su último discurso público

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El Papa Francisco, primer pontífice latinoamericano, falleció a los 88 años en el Vaticano. Su último mensaje, en el Domingo de Pascua, fue un llamado a la libertad, la paz y la compasión.

A las 7:35 a.m. (hora local del Vaticano), en su residencia de la Casa Santa Marta, falleció el Papa Francisco, dejando un legado imborrable en la historia de la Iglesia y del mundo contemporáneo. A sus 88 años, el primer papa latinoamericano, jesuita y no europeo en más de mil años, partió “a la casa del Padre”, según informó el cardenal Kevin Joseph Farrel.

“Su vida entera ha estado dedicada al servicio del Señor y de su Iglesia, y nos ha enseñado el valor del Evangelio con fidelidad, valor y amor universal, en particular por los más pobres y marginados”, expresó el cardenal al confirmar la noticia.

La última aparición pública del Sumo Pontífice ocurrió el pasado 20 de abril, durante la celebración del Domingo de Pascua. En silla de ruedas y visiblemente debilitado, Francisco pronunció su último mensaje, cargado de convicción, fe y sensibilidad por las crisis humanitarias del mundo:

“No puede haber paz sin libertad de religión, libertad de pensamiento, libertad de expresión y respeto por las opiniones de los demás”.

En medio de la situación en la Franja de Gaza, elevó un llamado urgente:

“Que cese el fuego, que se liberen los rehenes y se preste ayuda a la gente que tiene hambre y que aspira a un futuro de paz”.
También denunció el crecimiento del antisemitismo global y advirtió sobre la necesidad de mantener el principio de humanidad como eje ético de toda acción, especialmente en colegios y hospitales.

En un gesto que conmovió a los fieles, recorrió por última vez la Plaza de San Pedro en el papamóvil y bendijo a varios bebés. Fue su primer paseo tras haber sido dado de alta del Hospital Gemelli el pasado 23 de marzo.

A pesar de su fragilidad física, Francisco estuvo presente durante la lectura del mensaje pascual, que fue pronunciado por un colaborador. Cerró su mensaje con una reflexión profunda y poética:

“Los que esperan en Dios ponen sus frágiles manos en su mano grande y fuerte, se dejan levantar y comienzan a caminar; junto con Jesús resucitado se convierten en peregrinos de esperanza, testigos de la victoria del Amor, de la potencia desarmada de la Vida”.

Con su partida, el mundo pierde a un líder espiritual valiente, un reformador de la Iglesia y una voz incansable por los derechos humanos y la dignidad de los olvidados. Su figura quedará en la memoria colectiva como la de un pastor cercano, comprometido con la justicia social y la paz, cuya fe supo trascender fronteras y credos.

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