Alessandro Coatti tenía 42 años y soñaba con una vida nueva. Tras recorrer Ecuador, Perú y Bolivia en busca de un lugar donde encontrar paz, había elegido Santa Marta como posible hogar. Su familia lo recuerda como un hombre noble, lleno de planes y con el corazón puesto en una vida tranquila cerca del mar.
“Quería mudarse a Sudamérica, empezar de nuevo, con tranquilidad, cerca del mar”, relata Giovanni Coatti, su tío, con la voz cargada de tristeza desde Italia. “Había algo en esa parte del mundo que le llamaba profundamente. Lo estaba buscando; buscaba un lugar para ser feliz”.
Durante los últimos meses, Alessandro había recorrido América del Sur, visitando Ecuador, Perú y Bolivia con una mirada curiosa y una mente abierta, buscando un sitio donde radicarse. Entre las ciudades que más le habían gustado, Santa Marta ocupaba un lugar especial.
El 3 de abril llegó a esta ciudad del Caribe colombiano, donde ya había estado antes como turista. La calidez de sus paisajes, el Parque Tayrona y el ritmo pausado de la vida local lo hacían sentir en paz. Según contó su familia, Alessandro no estaba de paso; estaba evaluando dónde radicarse.
Tenía planeado regresar a Italia la semana siguiente para cerrar algunos asuntos, vender lo necesario y volver a comenzar su nueva vida en Santa Marta.
“Era un hombre de vida intachable, muy dedicado a su trabajo”, recuerda su tío. “Pero también era un soñador. Dejó su puesto en la Royal Society of Biology en Londres porque sentía que era momento de cambiar, de aportar desde otro lugar. Hizo voluntariado en Ecuador y quería vivir una vida más conectada con la naturaleza y con la gente”.
Nacido en Portomaggiore en 1986 y criado en Alfonsine, Alessandro estudió en la Escuela Normal Superior de Pisa, una de las más prestigiosas de Italia. Continuó su formación en Inglaterra, donde obtuvo una maestría en biología en la University College London. Sus profesores y colegas coinciden en que era más que brillante; era generoso, apasionado y siempre dispuesto a ayudar.
“Era un buen chico, una buena persona”, escribió la Escuela Normal de Pisa al enterarse de su muerte. “Dejó huella por su humanidad y por su capacidad de conectar con otros más allá de lo profesional”.
Alessandro tenía decidido quedarse en Santa Marta. Le había dicho a su familia que era uno de los lugares que más le había gustado. “Él quería quedarse en Santa Marta. Nos dijo que era uno de los lugares que más le había gustado. Lo tenía decidido, solo que quería regresar a Italia a organizar todo para volver definitivamente”, cuenta su familia.
Hoy, desde Italia, el dolor es profundo, pero el recuerdo que guardan de Alessandro es luminoso. Lo recuerdan como un hombre bueno, con una vida entera por delante y con un deseo sincero de empezar de nuevo, de encontrar un rincón donde construir una vida distinta, más tranquila, más suya. No era un turista cualquiera; era un hombre con raíces fuertes y alas abiertas. Y ese viaje, que empezó con tanta esperanza, terminó de forma incomprensible.